martes, 12 de noviembre de 2019

Frases de aquellos años.



- A lo largo de las últimas décadas -especialmente en los setenta, ochenta y noventa- fueron saliendo expresiones y otros tipos de jergas que marcaron una época. Yo mismo, que estoy acostumbrado a trabajar en la barra de un bar, escucho los diálogos de personas que parecen negarse a enterrar aquella ingeniosa léxica que aún no ha desaparecido por completo.
Hoy repasaremos unas cuantas frases o vocablos que surgieron por entonces, formas de expresarse que surgieron del cine, de la música, televisión o de la misma calle. Es más, muchas de las frases que a continuación detallaré, fácilmente han podido ser inventadas por cualquier individuo al que otros "siguieron el rollo".

Especialmente en los años ochenta surgieron infinitas expresiones que incluso fueron trasladadas al cine, sobre todo en el denominado "Cine Kinki". En algunas de esas películas españolas pudimos oír frases inolvidables como "la basca", "nasti de plasti", "tranqui, tronco" o "dabuten", así como otras jergas suburbiales como "sirlar", "achantar", "chorar", "chotas" y otras tantas.

Pero en lo que al cine y la televisión respecta, también se heredaron otras frases que nunca pasarán a la historia. "Sayonara Baby" es una de las más destacadas, aunque también hubo actores que sirvieron de inspiración para crear originales rimas callejeras que servían para describir una situación. "No te enrolles Charles Boyer" y "La cagaste Burt Lancaster" son las frases más recordadas de antaño.

Muchas son las expresiones que podríamos enumerar, e incluso es posible que me deje bastantes en el tintero: "la has cagao, bacalao", "leña al mono que es de goma", "toma jeroma pastillas de goma", "no te pongas nervi", "nanai de la China", "Maroto y el de la moto", "lo llevas clarinete", "efectiviwonder", "okey Makey", "mover el esqueleto" y "dar un voltio", entre otras.
En cuanto a verbos, adjetivos, pronombres y demás, el diccionario callejero se podría ver aún más enriquecido con los "nájate", "moñas", "uñas", "pifar", "garbeo", "trompas", "chorba", "julai", "buga", "fonar", "Fitipaldi", "tromperri", "rule", "buchante", "junar", "pringao", "talego o talegos"...

Está claro que la lista de jergas y frases del pasado podría ser muy amplia, y tampoco vamos a repasar todas en este artículo, pues os aseguro que no habría sitio para tanta información. No me cabe duda de que muchos iréis aportando más elementos a la inolvidable jerigonza de aquellos lejanos años.

En los suburbios surgían las mayores expresiones que posteriormente se fueron extendiendo entre la juventud.

- La calle es el mejor lugar para seguir promoviendo el original lenguaje que surge inspirado por la juventud, algo que ha ocurrido durante toda la vida y seguirá ocurriendo. El caso es saber si la jerigonza venidera superará la de los años ochenta... tarea harto complicada.

Lo más seguro es que si veo una película de cine español de los años ochenta descubriré más frases y vocablos que ya ni recuerdo. Lo mismo os pasará a los que leáis este artículo, en el que habréis descubierto variantes que ni conocíais. Yo de momento ya me llené de jerga callejera, y con ella me despido con una tan actual como cutre: "¡Hasta luegui!".

miércoles, 26 de diciembre de 2018

Hola, soy Edu. ¡Feliz Navidad!.



- Sin abandonar la década de los noventa recordaremos a otro añorado personaje de Navidades pasadas. Se trata de aquel niño que en el calor de su hogar se dedicaba a llamar a todo el mundo para felicitar las pascuas con una frase que se hizo viral a partir de 1997: "Hola, soy Edu. ¡Feliz Navidad!.

Han pasado más de veinte Navidades y ha reaparecido en el mundo de la televisión, lógicamente, con unos años de más. Pero él no se llama Edu realmente. Su verdadero nombre es Enrique Espinosa y no hace mucho supimos que se había convertido en un joven emprendedor que centró sus esfuerzos en el campo del desarrollo web y marketing digital.

Aquel pequeño "Edu", con gafitas, pecas y pinta inocentona, nos presentaba un anuncio de telefonía de Airtel (hoy en día Vodafone) cuando casi nadie podía presumir de tener teléfono móvil. Por entonces tampoco existía Internet de la forma que hoy día conocemos, por lo que la viralidad del anuncio es aún más meritoria.
Todos tenían en boca las palabras que Edu pronunciaba. Ibas por la calle y oías a niños y no tan niños reproduciendo en tono bromista el "Hola, soy Edu. Feliz Navidad" como si de una canción de moda se tratase.

Enrique solamente pronunciaba esa frase una y otra vez llamando a todo el mundo para felicitar las Navidades, y así lo hizo en años posteriores, incluso representando a un coro multiplicado por sí mismo con el que se cantaba la dichosa frase a modo de villancico.

Claro está que aquella fama no perduraría por siempre, y Enrique Espinosa volvería a la normalidad. No obstante, el joven pelirrojo anunciaría otras marcas como Chupa Chups o el Diario Sport. Tampoco los profesionales de la televisión quisieron forzar su olvido, y es por ello que el dulce niño aparecería esporádicamente en algunos programas de cierto éxito para contarnos su exitosa aparición televisiva.

Pero no todo fue bueno para el pequeño actor. Él mismo llegó a reconocer que sufrió bullying, como también lo sufrirían otros niños de la época por llevar ese nombre ficticio que estaba en boca de muchos por aquellos años.

Han pasado muchas Navidades para que Enrique volviese a casa por Navidad, como el buen turrón. Pero esta vez no viene a desearnos una Feliz Navidad, ya que son otros los que reconocen su pasado éxito al abrirle la puerta de casa.
El joven empresario reaparece con un anuncio navideño de la marca automovilística Volkswagen, y en ella volvemos a verle ya maduro, algo pasado de kilos, pero acercándonos una nueva Navidad, la de 2018-19.

Como muchos estaréis deseando volver a ver al pequeño "Edu de la Navidad", he decidido recoger los dos principales anuncios que repartieron su fama, así como algún reportaje televisivo y su nuevo anuncio con Volkswagen. ¡Feliz Navidad!, a Edu, Enrique Espinosa y todos los lectores de Otrora.








miércoles, 19 de diciembre de 2018

El calvo de la lotería de Navidad.



- Una vez más se acerca la Navidad, y con ella el gran sorteo de lotería que tantos y tantos anuncios televisivos han anunciado a lo largo de las últimas décadas. Sin hacerle ascos al actual spot navideño que parodia la película de "Atrapado en el tiempo", vamos a recordar a un personaje que durante siete años representó a la mismísima suerte.

Muchos son los hombres que deben su popularidad a sus problemas de alopecia: Kojak, Bruce Willis, Constantino Romero, Pepe Viyuela, Jason Statham, Pitbull, William Shakespeare, Mijaíl Gorbachov... Hay para todos los gustos, pero una de las calvas que más recordamos, en especial por estas fechas, es la de Clive Arrindell, más conocido como "El Calvo de la Lotería de Navidad".

Clive Arrindell fue el "Calvo de la Lotería".

- No es conocido por ningún hito histórico, pero su popularidad subió como la espuma, tanto en su país como en España. Este londinense de casi setenta años de edad (12-10-1950) es actor, aunque no de los más conocidos en el cine británico, desde luego. Pocas son las películas en las que apareció este ser de aire misterioso y cuyo papel ha sido secundario en aquellas obras en las que trabajó.Su mayor éxito llegó cuando aterrizó en España. Él mismo reconoció que raparse la cabeza le hizo destacar por encima de otros actores que buscaban ofrecer suerte cada Navidad. De esta manera, en 1998 se presentó en público tras trabajar el spot publicitario desde el mes de noviembre. Su vida cambiaría repentinamente y la fama se colaría en su extraña carrera como actor. Ganó muy buenos momentos en sus idas y vueltas al sur del viejo continente, incluso llegó a echarse novia. Pero lo más importante, es que Clive se convirtió en una imagen más de las fechas navideñas españolas, casi tan popular como las marcas de turrones o los mismísimos Reyes Magos. Él no venía de Jijona ni de Oriente. Cada año aterrizaba en tierras españolas para rodar ese anuncio que tantos millones arrojaría entre los más afortunados participantes de la Lotería de Navidad. 

Cada uno tendrá su anuncio favorito, pero algunos optamos siempre por lo más nostálgico, así que yo me quedo con el primero, el cual salió en 1998. A partir de entonces, Arrindell siguió con su imagen como fortuna durante seis años más. 

Todos le bautizamos como "El Calvo de la Lotería de Navidad", ya que no era un rostro famoso de nuestro país. Por desgracia tampoco en el suyo. Muchos recordamos su imagen, con una figura espigada y con una calva completa y nítida. 
Su misteriosa imagen se hizo muy popular cada Navidad, pero a partir de 2005 acabaría su labor festiva. Clive desaparecería para siempre de nuestra pantalla y se buscaría la vida en el teatro, aunque no le fue bien. 

Cosas del destino, quien trataba de traer suerte vivió un cúmulo de infortunios desde que dejó de ser aquel calvo de la Navidad. El actor no volvería encontrar trabajo, pero lo peor sería la muerte de sus nonagenarios padres y la de sus sobrinos. 

Gafado por la suerte, Arrindell ha concedido varias entrevistas para los diferentes medios informativos de España, y en ellos reconoce que echa de menos aquellos buenos años como figura navideña en nuestro país. 

Como he dicho anteriormente, cada uno tendrá su versión favorita de las siete que ofreció el británico entre 1998 y 2005. Yo me he decantado por el anuncio más añejo, en el que Clive Arrindell apareció por primera vez con aquella canción de la película "Doctor Zhivago", a la cual estuvo unido hasta el final de su éxito. 


jueves, 29 de noviembre de 2018

Los "Dime" de la Editorial Argos.



- Volvemos a nuestro especial rinconcito de prensa y lectura para reencontrarnos con una clásica editorial española que veló por la educación de muchas generaciones. Se trata de la Editorial Argos, existente desde tiempos de la posguerra y cuyos orígenes son alimentados por el escritor Ignacio Agustí.

Con sede inicial en Barcelona, en el número 30 del Passeig de Gràcia, esta editorial catalana nos descubrió una interesantísima enciclopedia que fue lanzada a finales de los sesenta para después reaparecer en los no tan lejanos ochenta.
A partir de 1989 era muy normal ver en los estantes de cada casa una colección de libros colorados con pasta dura y ornamentos dorados. En la portada veíamos la silueta de dos jóvenes estudiantes y un título fácil pero sugerente... "El Dime".

Cuatro libros de la colección del "Dime" de Argos.
- Si no recuerdo mal, un comercial de "Círculo de Lectores" fue el responsable de que este lote de libros educativos entrasen por la puerta de mi casa. Casi por obligación, el ocio de leer tebeos sería sustituido por la cultura que aportaban los libros de la Editorial Argos.
Aquella colección contenía diez libros, cada uno con su título: "Dime qué es", "Dime quién es", "Dime por qué", "Dime cuál será mi profesión", "Dime dónde está", "Dime cómo funciona", "Dime cuándo ocurrió", "Dime cuéntame", "Dime cómo se hace" y "Dime cuando y como".
Según muchos lectores, esta colección fue todo un éxito. A lo mejor es que en aquellos años no contábamos con toda la tecnología de hoy en día y no podíamos entretenernos con otras cosas. Pero también hay que decir que los padres de aquella época ponían más ímpetu por nuestra educación, y ahora tengo que repetir aquella antigua expresión que reza: "eran otros tiempos".
Sí, eran otros tiempos, pero los niños no le poníamos peros a estos libros de sosa pasta. No tenía dibujos animados en su exterior, no lucía grandes letras animadas ni muñequitos en relieve, pero de alguna manera nos enganchó, y no creo que yo sea el único.

Yo recuerdo aquellas tardes en las que voluntariamente, ¡sí, voluntariamente digo!, cogía uno de esos libros y me los leía hasta cansarme la vista. Al mismo tiempo que las migas de la merienda caían en el interior del "Dime", yo iba adquiriendo conocimientos en mi momento extraescolar.

Eran libros educativos, orientativos e informativos. Con ellos podíamos saber el por qué, el cómo, el cuál, el quién y el qué de las cosas o personas. En su interior leíamos un llamativo índice con diferentes temas en diferentes colores.
Abríamos la primera página y ¡a leer!. Acompañado de cada dibujo podíamos leer la información de cada cosa: ¿Qué comen los conejos?, ¿será la de óptico mi profesión?, ¿Por qué los insectos flotan en el agua?...

Los libros del famoso "Dime" escondían muchas preguntas con su adecuada respuesta, algo que venía muy bien para entrenar nuestras neuronas. Desde luego que eran tiempos en los que no parecer tonto te daba puntos para todo.

Los primeros libros eran más simples, y a medida que nos acercábamos al tomo 10, la dificultad iba creciendo. Recuerdo que cuando mi padre me castigaba por mis malas notas, yo encontraba en estos libros una forma de callarle la boca, y os aseguro que los leía por interés.
Pasaron los años y no sé que sería de aquella colección de libros rojos a los que presté tanta atención en ocasiones. Si hoy encontrara algún ejemplar, seguramente lo hojearía para darme un gran baño de nostalgia.

Así era el interior de los libros "Dime" de la Editorial Argos (1989).

- Cabe reconocer el gran éxito de la Editorial Argos con esta enciclopedia de diez tomos. Muchos habrán localizado esta entrada porque en su casa habrán contado con está mágica e inolvidable colección de sabiduría. Me alegro sí eres uno de los míos\as.

Hoy en día basta con recurrir a "Google" para saber el cómo, donde, qué y por qué de las cosas. Nuestros viejos y añorados libros de "Dime" han pasado a la historia como el primer alunizaje u otros grandes acontecimientos, pero yo a veces recuerdo aquel olor a lectura y lo mucho que pudo aportar a aquellas generaciones tan inquietas.


miércoles, 28 de noviembre de 2018

Los cromos de Gi Joe.



- Más de uno se quedará ojiplático al descubrir este artículo en el que recordamos una de las colecciones de cromos más difíciles de la historia. Se trata de los cromos de los chicles de Gi-Joe, los cuales surgieron en 1991 para que los dentistas de todo el país se frotasen las manos ante el derroche de caries que generó esta moda por entonces.

Los muñecos de Gi Joe llevaban años compitiendo contra los Masters del Universo en una batalla sin fin.  Al igual que los héroes de Mattel, los Gi Joe contaban con cómics, muñecos y su propia serie animada, por lo que muchos jóvenes de mi época no tardábamos en engancharnos a toda publicidad que promocionase a estos soldados futuristas nacidos en la década de los cuarenta gracias a Stanley Weston.

Algunos adhesivos de la colección Gi Joe.
- Hasbro no tardaría en comprar la idea de Weston, y poco a poco la "GiJoemanía" se fue haciendo viral, especialmente a partir de los años ochenta.
Ya en 1991, todas las tiendas de chuchería del país contaban con un buen lote de álbumes para ofrecer a los niños de la época (entre los que estaba yo). Entonces el tendero abría una flamante cajetilla de los chicles de Gi Joe que rápidamente despertaba nuestra atención. Pronto aparecieron los primeros chavales con un buen puñado de chicles en los bolsillos que con un aliento con olor a fresa nos iba mostrando sus primeros adhesivos colocados en aquel álbum que poco a poco se iba desgastando con el sudor de los nervios por completar aquella infantil misión.
Aquella ilusión era desmedida, ya que el álbum reflejaba en negrita el premio final en caso de completar la colección: "Por un álbum completo 1 GI JOE + 1 CUPRA". Vamos, que si el hecho de coleccionar cromos ya no motivaba, ahí estaba la opción de contar con dos joyas de la juguetería de por entonces.
El caso es que todo olía a chicle: el autobús del cole, el vestuario del equipo, la clase, nuestra habitación... Encontrábamos envoltorios de los chicles por todas las calles, incluso algunos acabábamos de chicle hasta las orejas, y por ello también se podían encontrar por doquier chicles enteritos... ver pegatinas se antojaba más complicado, por supuesto.

Esto iba así, abríamos con mucha ilusión el chicle, y en su envoltorio y con ese olor a dulce masticable aparecía el ejemplar. Si el cromo ya lo teníamos lo guardábamos para cambiarlo en los recreos, y si no lo pegábamos en el álbum y uno menos para completar la misión.

Cada cromo venía con la foto de un soldado y su descripción: "Budo Son. Cinturón negro de cuatro artes marciales e instructor de combate cuerpo a cuerpo". El álbum se completaba con 36 soldados diferentes, luego disponíamos de una dirección donde mandar nuestra obra completa con nuestros datos identificativos.

Pero Budo Son solo era un guerrero más de los que aparecían en aquella colección. Entre esos huecos sin rellenar encontrábamos los nombres de: Duque, Jungla, Sabueso, Mercer, Sombra, Dodger, Maverick, Avalancha, Psico, Raptor, Puerko, Falcon, Voltar, Croc Master, Hidro-Víbora y otras víboras.

Pero al que más ganas teníamos todos era a Toxo-Víbora, ese muñeco tan extrañamente armado "cuyas misiones suicidas eran su destino". Aquel odioso guerrero era el más difícil de conseguir, por no decir que era imposible.

Este es el álbum de los chicles Gi Joe que nos ofrecían en cualquier tienda de chucherías.

- A día de hoy sigo preguntándome si alguien consiguió al maldito Toxo-Víbora,... me da que no. En fin, aquel rugoso álbum pasó a la historia y pocos son los coleccionistas que lo han conservado. Recuerdo que alguna pegatina encontré pegada en la caja de herramientas de un taller, y seguramente podamos encontrar más en cualquier rincón.

Los Gi Joe son fruto del recuerdo de muchos nostálgicos, al igual que los ya citados Masters del Universo. Eso sí, aún conservo el recuerdo de aquel dulce olor que tantos envoltorios nos hizo tirar a la papelera.

martes, 27 de noviembre de 2018

Las canicas.



- El otro día, recogiendo las mesas del bar en el que trabajo, miré para el suelo y me encontré una canica, de esas simples y transparentes con una espiral de colores. En aquel momento vinieron a mi muchos recuerdos de la dulce infancia, aquellos años en los que los juegos en grupo iban por modas y el que no lo aceptara quedaba excluido socialmente.

La verdad es que no sé de quién sería aquella canica, puesto que hace ya años que no veo a los chavales entreteniéndose con este ya clásico juguete fabricado con diversos materiales como el vidrio, mármol, acero, piedra, porcelana y metal, entre otros tipos.
La pueden llamar mable, bolita, caico, bocha, toloncha y de muchas maneras, pero en España la conocemos como canica. El caso es que el juego de las canicas existe desde tiempos inmemoriales, incluso en la tumba egipcia de un niño se descubrió el hallazgo de varias canicas hechas con materiales valiosos (año 3000 a. C. En Creta).

- En lo que a mi me atañe, voy a describir como era la diversión de aquellos lejanos ochenta en los que fui creciendo junto a otros niños de la época. Cuando pasaba la moda de la peonza, llegaba la de los cromos, después la de llevar un yo-yo y la de diversos juegos educativos como la cadeneta, el escondite y el "corre que te pillo".
Siempre llegaba ese momento en el que bajabas a la calle y divisabas a un grupo de chicos agachados en torno a un hoyo y varias canicas. Ese era el inicio del juego de las canicas, también llamado "Gua" en muchos lugares de España.
En aquellos días en los que las canicas tomaban el mando del ocio infantil, reuníamos a nuestros amigos para retarnos en un divertido juego que consistía en golpear la canica del oponente para finalmente meter la tuya en el hoyo, lo que en el País Vasco denominan "Botxo". Empezábamos a dar toques impulsando nuestra canica con el dedo índice y la ayuda del pulgar. Se trataba de no perder el turno y hacer el inolvidable "Chiva, Buen Pie, Tute y Más Tute (o Matute)". Chiva era el toque inicial, con el Buen Pie deberíamos dejar un espacio en el que nuestro pinrel cupiese, y después vendrían de forma consecutiva el Tute y Más Tute. Finalmente introducíamos nuestra canica en el llamado "Botxo" para ganar la partida procurando, insisto, no fallar en el lanzamiento y perder el turno.

Claro que juegos de canicas había muchos, pero yo les he hablado del más famoso en la zona donde me eduqué. También conocí aquel juego en el que apelotonábamos varias canicas en un triángulo para llevarnos de nuestro rival todas las que fueran posibles a base de toques que las sacasen del área señalada. Era como jugar al billar pero sin taco y a menor escala.
A veces jugábamos a carreras, marcando un camino en la tierra del que nuestra esfera no podía salir hasta llegar a la meta. La cosa era apostarnos las canicas de otros para poseer una gran colección de este preciado material por entonces.

Recuerdo que bajábamos a la calle con los bolsillos a rebosar. También las guardábamos en una caja de Farias, un bote de Cola-Cao o tarro de cristal. Los más optimistas llevaban unas pocas canicas en un pequeño zurrón o bolsita de piel con cuerda. La verdad es que el saquito daba un toque más sofisticado.

Todos -o casi todos- teníamos nuestra bolita favorita. En mi caso, siempre adoré a una canica casi opaca con puntos estelares de color celeste y blanco. Es por ello que nunca jugaba con ella a los juegos en que más fácil resultaba perder tu pequeño y redondo tesoro.

Y es que además de materiales, estas bolas podían ser de diferentes tamaños, colores y diseños. Los más ingeniosos acudían a un taller para conseguir rodamientos de metal que perfectamente pasaban por canicas.
Vamos, que las había opacas, brillantes, metálicas, galácticas, blancas, negras, moradas, rojas y de muchos colores. Las tiendas de chuches se frotaban las manos cada vez que salía la moda del juego de las canicas y en un bote de plástico transparente podíamos elegir entre los diferentes tipos de ejemplares.

De pequeños pasábamos horas arrastrando los pantalones por el suelo para jugar a las canicas. 

- Está claro que los juegos y las reglas cambian mucho dependiendo del país, ciudad o pueblo en el que nos hayamos criado, pero todos estaremos de acuerdo en el que este juego era bastante entretenido y para nada nos importaba agacharnos durante horas mirando al suelo para jugar con nuestra añorada canica.

Ahora veo esta canica que el domingo me encontré y siento una nostalgia profunda y llena de muchísimos recuerdos. Aquel simple juguete sirvió para que muchos niños nos relacionáramos pese a que no faltaran los constantes piques.

jueves, 18 de octubre de 2018

Bocadillos de los ochenta.



- En aquellos años que alucinábamos con la imaginación y los inventos del siempre idolatrado MacGyver, nuestras madres nos sorprendían con otros recursos para ofrecernos una merienda ajustada a las necesidades de la época. Pasó de ser un recurso económico a ser un deleite para nuestros paladares, y así crecimos con aquellas meriendas improvisadas de la década de los ochenta.

No todos podíamos merendar a diario un buen bocadillo de Nocilla, y ya no hablemos de otros productos de la repostería como los Phoskitos, Bollicao, Tigretón, Donuts y demás marcas a las que muchas familias no podían acceder diariamente.
Para suplir aquellas carencias estaba la imaginación, y nuestros padres nos ofrecían otras posibilidades para endulzarnos sin tener que recurrir a rascarse el bolsillo. Además, la intención era comer algo sano o más artesanal, y no estar alimentados a base de componentes artificiales.

Uno de los grandes recursos era el bocadillo de chocolate. La "receta" era tan sencilla como partir una tableta de chocolate con la misma medida de una barra de pan y meterla entre migas para "chocolatearnos a gusto". Eso sí, el chocolate tampoco salía regalado por entonces.

Otra buena manera de sustituir al clásico bocadillo de Nocilla era untar margarina o mantequilla suave en el pan y a continuación espolvorear Cola Cao al gusto... y cuanto más mejor. Aquella era una buena forma de comer algo diferente, aunque pasarnos con el chocolate en polvo provocaba más de un ahogo que nos convertía en dragones de cacao.
Lo malo de ese bocata de Cola Cao era atragantarse con los polvillos del producto, ya que podías pasarte un buen rato tosiendo chocolate. No era una merienda muy limpia que digamos, pero al menos cumplía con la función de alimentarnos.

Sin duda, una de las opciones favoritas de mi infancia era comer un buen bocadillo de azúcar con margarina o mantequilla. ¿Quién no lo ha probado alguna vez?. Yo reconozco que más de una vez me he zampado un ejemplar de estos, incluso no hace mucho.

No hay que olvidarse de los embutidos, por supuesto. Bocatas de mortadela, chorizo, jamón york y queso que también podían ser combinados con la socorrida natacha. También mezclábamos queso con chorizo e incluso jamón o mortadela con chorizo. Tampoco eran malas opciones, aunque sí algo más caras.

El delicioso bocadillo de margarina con azúcar, algo que se ha perdido con el paso del tiempo. 

- Por último os descubro  (por si no lo sabéis) otra variante de bocadillos que devoré durante aquellos añorados años. Para ello había que utilizar la sartén y el aceite, freír jamón de york unos segundos y montar un espectacular bocadillo de jamón calentito con mayonesa. Esto era un auténtico vicio del que no prescindo hoy en día.

Así eran los bocadillos de los ochenta, originales, económicos y deliciosos. Actualmente se abusa de la repostería o el servicio rápido de un Mc Donald´s o Telepizza, pero muchos padres podrían poner a prueba a sus hijos con aquellas meriendas tan nostálgicas como nutritivas.

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